viernes, 23 de agosto de 2013

Los perros de Don Jacinto

En el antiguo Barrio de Guadalupe, cerca de la cantina de los milagros y en contra esquina de la tienda de la güera,  se encuentra un lugar abierto como un corralón con pequeñas bodegas y amplio espacio para dejar los carros en la noche, algo así como una pensión. Antes las bodegas funcionaban como una pequeña central de abastos, pero como ahí era el viejo campo santo del templo, empezaron a ver apariciones que en otra oportunidad contaremos; El punto es que en esa pensión vivía y trabajaba Don Jacinto, un viejo señor de esos muy corriosos que parecen que nunca se van a morir, su atuendo, pantalón de mezclilla azul con más tierra que qué cosa, camisa manga corta desgastada color azul, huaraches de suela de llanta y con un  sombrero de paja para adornar.

Su semblante apacible, casi casi inamovible, dejaba ver una persona tranquila y feliz, el cual caminaba con una paciencia que parecía que era el dueño del tiempo.

                Realmente Don Jacinto a ciencia cierta nunca se le conoció una familia, es más creo que siempre fue viejo y solitario, el único pasatiempo que se le conoce son coleccionar y atender perros callejeros. Perros de todos los colores, tamaños y edades; a todos los quería por igual, consideraba a los perros como su familia, amigos y consejeros de vida.

                Entre los perros se encontraba “Romeo” un perro feo, pulgoso y flaco, pero don Jacinto le había puesto así porque despertaba pasiones entre las perritas de la cuadra, las famosísimas “yuri” y “la paloma”, que siempre que veían a Romeo caminar, lanzaban tales aullidos que parecían lobos en luna llena.
                Otro de los perros que acompañaba a don Jacinto era el famosísimo “Balin”; un perro tan negro que parecía una mancha de chapopote. La gran diversión del “Balin” era correr por todos lados,  eran tan rápido que retaba a los camiones urbanos a una carrera de cuadra y media completa, resultando normalmente ganador y auto premiándose con lanzarse a la fuente del Ángel a la entrada del panteón.

                De los perros más queridos en la cuadra era el “chacho”, que era el típico perro colpachero que parecía más una estopa vieja sucia a un perro de raza fina como decían que era. Normalmente dormía todo el día y por ahí de las 6 de la tarde se despertaba para dar una vuelta y saludar a las señoritas que platicaban con sus novios afuera de sus casas. Muchas veces las muchachas lo utilizaban de paño de lágrimas cuando un noviazgo no funcionaba y decían que tenía la particularidad de calmar a las personas que le hablaban.

                El “Catrin” que era un perro negro con una mancha blanca en el pecho y el “Padrino” el cual era un perro blanco con una mancha negra, eran los dos perros gemelos que siempre estaban en competencia y que todo el día se la pasaban peleándose por cualquier cosa y a cualquier hora. Una de las competencias más emblemáticas entre estos dos caninos y que hasta el día de hoy se recuerdan, es la competencia de atrapar palomas en el jardín de Guadalupe (solo las atrapaban nunca les hicieron daño), pero aquella tarde de otoño el “Catrín” rompía la marca de 32 Palomas sin interrupción.

                No nos podemos olvidar de “El Pachucho”, el único perro que tenía su propio asiento para dormir, del cual  adquirió de un carro viejo y abandonado de la pensión. Era tan parrandero que en la cantina de los milagros le tenían un plato donde le servían cerveza clara y cuando escuchaba el mariachi le encantaba cantar.

                Y por último el “Sherif” un perro que le gustaba mantener el orden y le indicaba a Don Jacinto a qué hora debía cerrar y abrir la pensión, así como si alguien le llamaba o había algún peligro, era el típico perro mandón que nadie soportaba pero sabían que era necesario en la camada para arreglar cualquier diferencia entre los perros.


                La vida de Don Jacinto no podría ser más rica sin sus adorados perros y los perros no podrían sentirse más afortunados sin su amo ya que como dice F. Salvochea “El amor por los animales, eleva el nivel cultural del pueblo” y el amor de un perro es el único en la tierra en la que el perro te amará más de lo que tú te amas a ti mismo. 


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